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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán XVI

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán XVI

Como hoy se ha publicado Ofrenda a la tormenta, libro que pone fin a la trilogía del Baztán, voy a poner fin, yo también a esta serie de artículos sobre los libros y mi visita a Elizondo.

Aunque ahora toca el turno de Pamplona y algunos lugares que aparecen en las novelas. En concreto, en Legado en los huesos.

Café Iruña, Pamplona

Amaia localizó al teniente Padua en cuanto entró en el bar Iruña de la plaza del Castillo, muy cerca de su propia casa. Era el único hombre sentado solo y, aunque estaba de espaldas, distinguió perfectamente las manchas de agua en su gabardina.

Café Iruña, Pamplona

-¿Llueve en Baztán, teniente?- dijo a modo de saludo.
-Como siempre, inspectora, como siempre.

Se sentó frente a él y pidió un café descafeinado y un botellín de agua. Esperó a que el camarero pusiera las bebidas sobre la mesa.

-Usted dirá qué es eso de lo que quería hablarme.

Café Iruña, Pamplona

Otros lugares que aparecen en Legado en los huesos, y que llaman mucho la atención, son los restaurantes que elige el Juez para sus reuniones.

Restaurante Rodero, Pamplona

El restaurante Rodero estaba bastante cerca de su casa. Cuando cenaba allí con James, solían ir andando para no tener que preocuparse del coche si tomaban vino, pero en esta ocasión condujo el coche hasta las cercanías para poder salir hacia Elizondo en cuanto acabase de hablar con el juez. Aparcó en batería frente al parque de la Taconera y cruzó la calle para meterse bajo los porches donde estaba el restaurante. Las grandes cristaleras iluminadas y la decoración sobria del exterior eran promesa de la excelente cocina que le había valido al Rodero una estrella de la guía Michelín. El suelo de madera oscura, como las sillas de cerezo de cómodo respaldo, contrastaban con los paneles de color beige que iban hasta el techo, y una impoluta mantelería blanca, como la vajilla, ponía junto a los espejos la nota de luz, acentuada por los adornos florales que flotaban en cuencos de cristal dispuestos sobre las mesas.

Lástima que sobre el interior no puedo opinar… así como tampoco sobre su comida.

Restaurante Rodero, Pamplona

Otro de los lugares que es del gusto del juez, es el restaurante del Hotel Europa.

Al bar del Europa se accedía por la fachada adyacente al restaurante, junto a la puerta del hotel del mismo nombre, y a pesar de que durante la tarde habían caído unos copos que ya habían desaparecido, algunos clientes del bar charlaban junto a la entrada, apoyando sus copas de vino en un par de altas mesas que custodiaban la entrada del local.

Vio a Markina en cuanto traspasó la puerta. Se sentaba solo al final de la barra y habría sido difícil no fijarse en él. El traje gris con camisa blanca y sin corbata le daba el tono serio que desmentía el corte de pelo, que le caía sobre la frente en mechones castaños. Se sentaba en la banqueta tan relajado y elegante como salido de una revista de moda.

Bar del hotel Europa, Pamplona

Más adelante, también en Legado en los huesos, aparece la siguiente descripción.

El restaurante del hotel Europa era uno de los mejores de Pamplona, y conociendo los gustos de Markina no le sorprendió que lo eligiera. Su cocina era más purista, más tradicional, uno de esos restaurantes que había sabido modernizar sus platos con la presentación que tanto se valoraba actualmente sin dejar de poner una buena tajada de carne o de pescado en el plato.

Notó como todas las miradas se volvían hacia ella cuando entró en el comedor. Un policía de uniforme en un restaurante elegante desentonaba como una cucaracha en un pastel de boda.

Hotel Europa, Pamplona

Sobre este restaurante tampoco puedo opinar… ¡Quizá algún otro año! 😉

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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán XV

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán XV

Voy con otro breve fragmento de El guardián invisible que pude visitar en mi visita a Elizondo. Incluso hice noche allí.

Taberna Antxitonea

-Hoy a mediodía le he visto comiendo en la taberna Antxitonea… con su hermana.
-¿La hermana de Montes?- se extrañó.
-No, la hermana de usted.
-¿Mi hermana?, ¿mi hermana Rosaura?
-No, con la otra, con su hermana Flora.
-¿Con Flora? ¿Le vieron ellos?
-No, ya sabe que tiene una barra semicircular que comienza en la entrada y va hasta atrás, donde se entra al frontón; yo estaba con Iriarte junto a las cristaleras, pero les vi entrar y me acerqué a saludarles; entonces se metieron en el comedor y no me pareció oportuno seguirles.

Frontón en la taberna Antxitonea, Elizondo

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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán XIV

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán XIV

Hoy, aprovechando que se publica la última novela que cierra la trilogía del Baztán, titulada Ofrenda a la tormenta, vamos con otro fragmento más sacado de los libros… y que pude ver durante mi visita a Elizondo.

En Legado en los huesos describe así:

La comisaría de Elizondo no podía resultar más incongruente con la arquitectura del valle. Con sus modernas líneas rectas, más que desentonar, parecía un extraño artilugio olvidado por alguien de otro mundo. Aun así, debía reconocer la eficacia del edificio de grandes cristaleras que como una lupa pretendían atrapar el escaso sol del invierno baztanés.

Comisaría Elizondo

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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán XIII

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán XIII

Hoy sale a la venta la última entrega de la Trilogía del Baztán, de Dolores Redondo, así que voy a volver a los artículos sobre la visita que hice a Elizondo hace unos meses.

En El guardián invisible aparece lo siguiente:

Hotel Baztán

El hotel Baztán se encontraba a unos cinco kilómetros por la carretera de Elizondo y tenía el aspecto de los hoteles de montaña pensados para ir con grupos escolares, senderistas, familias y amigos. La fachada formaba un semicírculo plagado de terrazas que se asomaban sobre una plazoleta que hacía las veces de parking y en las que resultaban incongruentes las mesas y sillas de plástico amarillo, sin duda pensadas para las tardes veraniegas, pero que la Dirección del hotel se empeñaba en mantener todo el año, dando a la fachada un colorista tono tropical más propio de un hotel playero mexicano que de un establecimiento de montaña.

Hotel Baztán

En otro momento de la novela… ¡NO SIGAS LEYENDO SI NO HAS ACABADO EL GUARDIÁN INVISIBLE!

Para cuando salieron del aparcamiento no había ni rastro del coche de Montes. Pero no le hizo falta. Sabía de sobra adónde se dirigía. Se demoró conduciendo tranquilamente para darle tiempo a llegar y cuando el inspector Iriarte comenzaba a impacientarse salió de Elizondo en dirección a Pamplona. Cinco kilómetros más adelante detuvo el coche en el aparcamiento del hotel Baztán. Iriarte iba a preguntar cuando reconoció el coche de Montes aparcado cerca de la entrada del restaurante. Amaia aparcó enfrente y permaneció en silencio hasta que vio llegar el Mercedes de Flora, que miró repetidamente a su alrededor antes de entrar al local.

-Por eso necesitaba este coche, ahora lo entiendo- dijo Iriarte.

Sin decir una palabra, Amaia le hizo un gesto y ambos bajaron del vehículo. Había oscurecido por completo, y aunque por lo temprana de la hora no había tantos coches en el aparcamiento como el día anterior, pudieron acercarse lo suficiente como para ver bastante bien el comedor a través de la cristalera...

Hotel Baztán

¿Te acuerdas como sigue, verdad? Si no, ya sabes, ¡a leerlo!

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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán XII

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán XII

Cuando faltan sólo una semana para la publicación del último libro de la trilogía del Baztán escrita por Dolores Redondo. Hoy toca recordar otro momento en el que el puente y el río tienen su protagonismo casi mágico.

Volvió atrás por la calle Santiago y bajó hacia la plaza Javier Ziga, penetró en el puente y se detuvo en el centro. Apoyándose en el murete donde está grabado su nombre, Muniartea, susurró mientras pasaba sus dedos por la piedra áspera.

Muniartea, Elizondo

Escrutó la negrura del agua que traía aquel aroma mineral desde las cumbres, aquel río que se había desbordado causando pérdidas y horrores que figuraban en los anales de la historia de Elizondo;

Placa conmemorativa de las inundaciones de Elizondo

en la calle Jaime Urrutia aún podía verse una placa conmemorativa en la casa de la Serora, la mujer que se ocupaba de la iglesia y de la rectoría, que indicaba el lugar hasta el que llegaron las aguas desbordadas el 2 de junio de 1913.

Nivel de las aguas en 1913, Elizondo

Ese mismo río era ahora testigo de un nuevo horror, un horror que nada tenía que ver con las fuerzas de la naturaleza, sino con la más absoluta depravación humana, que tornaba a los hombres en bestias, depredadores que se confundían entre los justos para acercarse, para cometer el acto más execrable, dando rienda suelta a la codicia, la ira, la soberbia y el apetito insaciable de la gula más inmunda. Un lobo que no iba a detenerse y que continuaría sembrando de cadáveres las márgenes del río Baztán, aquel cauce fresco y luminoso de agua cantarina que mojaba las orillas del lugar al que regresaba cuando no soñaba con muertos, y que ahora aquel cabrón había mancillado con sus ofrendas al mal.

Muniartea, Elizondo

Un escalofrío recorrió su espalda, soltó las manos de la piedra fría y se las metió en los bolsillos estremeciéndose. Le dedicó una última mirada al río y emprendió el regreso a casa mientras comenzaba a llover de nuevo.

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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán XI

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán XI

El próximo día 25 se publicará Ofrenda a la Tormenta, el último libro de la trilogía del Baztán escrita por Dolores Redondo. Hoy voy a seguir con otro pequeño fragmento extraído de Legado en los Huesos y con mis fotos del viaje a Elizondo.

Caminó por la calle Santiago junto a los portales intentando guarecerse del viento, que se hizo más fuerte al bajar por Javier Ciga, junto a la casa señorial que daba nombre al puente.

Plaza Ciga, Elizondo

El río rugía en la presa de un modo que le resultó ensordecedor y le hizo preguntarse cómo podían dormir los vecinos cuyas ventanas daban sobre el pequeño salto de agua.

Salto de agua, Elizondo

Las luces del Trinquete estaban apagadas. La calle estaba desierta como en un pueblo fantasma.

Hotal Trinkete, Elizondo

Poco a poco, llevada por la corriente de aquel otro río que fluía en su interior, fue penetrando en la que fuera calle del Sol hacia Txokoto, hasta llegar de nuevo a la puerta del obrador. Sacó una mano del bolsillo de su plumífero y la apoyó sobre la cerradura helada. Inclinó la cabeza hasta tocar con la frente la áspera madera de la puerta y comenzó a llorar en silencio.

Obrador, Elizondo

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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán IX

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán IX

Otro fragmento de Legado en los huesos que pude ver en mi visita a Elizondo para ver los sitios que aparecen en la trilogía del Baztán escrita por Dolores Redondo

Puente, Elizondo

Atravesó el puente y subió a la calle Jaime Urrutia, desierta por la lluvia, y en la que sólo se veía a alguna persona bajo los gorapes, la zona porticada en la que había un par de bares, de los que escapaban, cuando abrían las puertas, calor y música. Relajó el paso mientras observaba la carita de Ibai, que pareció inicialmente sorprendido por el traqueteo de las ruedas en el empedrado y que ahora comenzaba a abandonarse, mirándola con unos ojitos que apenas podía mantener abiertos, hasta que se durmió. Amaia tocó con el envés de la mano la suave mejilla para comprobar que estuviera caliente y lo arropó. Caminaba sin prisa, a un paso al que no estaba acostumbrada, sorprendida al comprobar cuán agradable era moverse así, escuchando el ruido de los tacones de sus botas en el empedrado y dejándose acunar por el suave balanceo que sin querer adoptaba su cuerpo.

Palacio Arizkunenea, Elizondo

Cuando pasó frente a la plaza, se detuvo un minuto ante el palacio Arizkunenea

Palacio Arizkunenea, Elizondo

observando los restos de antiguas lápidas funerarias discoidales expuestas en el patio y que, caladas por la lluvia reciente, parecían más reales, como si mojadas obtuvieran su verdadera dimensión.

Lápidas, Palacio Arizkunenea, Elizondo

Continuó hasta el ayuntamiento y, después de mirar a ambos lados para comprobar que nadie la veía, pasó una mano por la botil harri, la piedra que simbolizaba el pasado de Elizondo y que dotaba de fuerza al que la tocaba, un gesto que incluso a ella, que despreciaba la superstición, la reconfortaba.

Botil Harri, Elizondo

Volvió hasta la plaza, pasó frente a la fuente de las lamias

Plaza Elizondo

y se asomó a ver el río Baztán desde aquel punto en que las fachadas traseras de las casas se reflejan en la superficie espejada, como otro mundo húmedo y paralelo atrapado bajo las aguas, que en aquel remanso aparecían engañosamente quietas.

Río Baztán, Elizondo

Algunos comensales rezagados que salían del restaurante Santxotena se acodaron en la barandilla para hacerse fotos. Cruzó la calle y entró en el local. La propietaria la saludó, reconociéndola. Aquél era el restaurante favorito de James y solían cenar allí a menudo.

Restaurante Santxotena, Elizondo

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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán VIII

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán VIII

Os presento una nueva entrega de mi visita a Elizondo para ver los sitios que aparecen en la trilogía del Baztán escrita por Dolores Redondo

En Legado en los huesos aparece el siguiente fragmento:

-Algunos están deshabitados, y sí que es una pena, tienen gran valor histórico; esta casa, por ejemplo -dijo Jonan, señalando un vetusto edificio-. Se llama Hospitalenea; durante siglos fue hospital de peregrinos, especialmente los del camino de Santiago, que llegaban aquí hechos polvo: pasar los Pirineos era una dura prueba que muchos no superaban.

Hospitalenea, Elizondo

Montes alzó la mirada para verlo mejor. Las contraventanas cerradas habían adquirido el color cercano al gris que toma la madera muy vieja; el balcón corrido de la última planta parecía colgar de la fachada sostenido por tres postes, y sobre el del primer piso había una inscripción que resultaba ilegible por la lluvia.

-¿Qué pone?
-El año en que fue comprado y restaurado, 1811, creo.

Balcón Hopitalenea, Elizondo

NO SIGAS LEYENDO SI NO HAS TERMINADO TODAVÍA LEGADO EN LOS HUESOS – CONTIENE SPOILERS.

Siguieron caminando y Montes se detuvo de pronto, cediéndole el paraguas a Jonan.

-Espérame aquí- dijo, volviendo sobre sus pasos.

El subinspector quedó parado en mitad de la calle, sosteniendo el paraguas mientras veía a Montes apresurarse hasta desaparecer de su vista hacia la curva del río tras el palacio Arizkunenea.

Montes regresó al lugar donde se había asomado a ver el río. La lluvia cayendo sobre su superficie le había hecho perder su cualidad de espejo y las luces se reflejaban en el agua como manchas móviles. Puso ambas manos sobre la barandilla y mentalmente contó las fachadas que daban al río. Volvió a contar y observó. La lluvia caía torrencialmente, su ropa y su pelo estaban totalmente empapados y el agua le chorreaba por los ojos dificultándole la visión. Se puso una mano como visera, volvió a contar y esperó hasta que lo vio.

Curva del río, Elizondo

El resplandor oscilaba como suele hacerlo cuando la luz proviene de una vela, una sombra informe se proyectó contra la ventana sin portillos que daba al río y la luz se apagó. Sintió entonces cómo el agua anegaba sus zapatos y al mirar comprobó que el río había superado el muro y el agua avanzaba como una pequeña ola hacia la calle. Echó a correr hasta doblar la esquina del palacio Arizjunenea y avanzó a toda prisa hacia Jonan, mientras contaba de nuevo las fachadas y sacaba su pistola.

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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán VII

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán VII

Un nuevo post sobre la visita que hice a Elizondo para ver los sitios que aparecen en la trilogía del Baztán escrita por Dolores Redondo.

-¿La violó?
-Diría que no, aunque no puedo estar seguro hasta que la examine más a fondo. La puesta en escena tiene un marcado aspecto sexual… Rasgar la ropa, dejar el pecho al aire, rasurar el pubis… Y lo del pastelillo… Parece una mantecada o…
-Es un txantxigorri- intervino Amaia -es un pastel típico de esta zona, aunque éste es más pequeño que los que suelo ver. Pero es un txantxigorri, sin duda. Manteca, harina, huevos, azúcar, levadura y chicharrones fritos para hacer una torta, una receta ancestral. Jonan, que lo metan en una bolsa y, por favor -dijo Amaia dirigiéndose a todos-, lo del pastel que no salga de aquí, de momento esta información es reservada.

Todos asintieron.

Txantxigorris en Malkorra

El lugar para tomar txanxigorris o el chocolate típico de Elizondo es, sin duda, la confitería Malkorra. La encontrareis en la calle Santiago, muy cerca de la plaza.

Confitería Malkorra

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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán VI

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán VI

Un nuevo rincón del viaje de hace unas semanas a Elizondo, para seguir los pasos de la inspectora Amaia Salazar, de la trilogía del Baztán escrita por Dolores Redondo.

El lugar de la aparición de uno de los cuerpos, en “El guardián invisible”.

Margen del río

-¿Dónde está la chica?
-Junto al río. Hay que bajar por la ladera- dijo Jonan, señalando el barranco y componiendo un gesto de disculpa, como si de alguna manera él fuera el responsable de que el cuerpo se encontrara allí.

Mientras descendía por la pendiente, arañada a la roca por el río milenario, vio a lo lejos los focos y las cintas que delimitaban el perímetro de acción de los agentes. A un lado, la jueza Estébanez hablaba en voz baja con el secretario judicial mientras dirigía miradas de soslayo hacia el lugar donde estaba el cuerpo. A su alrededor, dos fotógrafos de la policía científica hacían llover sus flashes desde todos los ángulos. Junto al cadáver se arrodillaba uno de los técnicos del Instituto Navarro de Medicina Legal, que parecía estar tomando la temperatura del hígado.

Se acercó despacio, observando el lugar que alguien había elegido para la muerte. Junto al río se había formado una playa de piedras grises y redondeadas, seguramente arrastradas por las crecidas de la anterior primavera, una lengua seca de unos nueve metros de ancho que se extendía hasta donde ella podía ver, a la escasa luz del incipiente amanecer. La otra margen del río, de apenas cuatro metros de anchura, se internaba en un bosque profundo que se tornaba más denso a medida que se penetraba en él.

Río en Elizondo

Hay muchísimos lugares en los alrededores de Elizondo que podrían encajar en la descripción del lugar donde aparece el primer cadáver. Éste es uno. No es que tenga mucha pendiente, pero de noche, con barro… no es el lugar ideal para bajar con unos mocasines italianos de marca.

Según nos contó Juan Mari Ondikol, nuestro guía en la visita guiada, este paraje es uno de los favoritos de Dolores.

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