Salimos por la mañana de Omaha Beach para la siguiente etapa de nuestro viaje: El Mont Saint Michel.
Importante si viajais en coche: si tenéis el hotel en la zona del Mont Saint Michel, aunque no esté en la misma isla, necesitaréis un código de acceso a unas barreras. El código cambia cada día y cuesta cuatro euros el acceso. De otra manera, tendréis que aparcar en los parkings disuasorios y montar en los buses lanzadera.
Cuando vas llegando y, por primera vez ves el Mont Saint Michel es algo similar a ver la Torre Eiffel. Surgiendo de la nada y coronada por la Abadía, con su perfil inconfundible.
Dentro de la zona del Mont Saint Michel te puedes mover, para ir a la isla, andando o en buses gratuitos. Si caminas por la noche hay que llevar chalecos reflectantes que te prestan en el hotel. Los autobuses son curiosos porque no maniobran para girar. Hacen como los metros: el conductor cambia de la parte delantera a la trasera del autobús, cambian las luces, y listo. Arrancan en el otro sentido.
En la parte de arriba de la isla está la Abadía del Mont Saint Michel, coronada a su vez con una estatua del Santo.
Cuando entras en las murallas, hay que seguir la corriente… las calles son estrechas, llenas de tiendas de souvenirs y restaurantes… algún hotel… aunque pienso que llevar el equipaje por esas callejuelas hasta arriba de gente no debe ser tarea fácil…
La otra cosa realmente llamativa en la visita al Mont Saint Michel es ver las mareas. Conviene mirar, en muchas páginas encuentras la información fácilmente, los horarios de las mareas para el día en que vas a hacer la visita.
Cuando nosotros fuimos fue en una época en que no había grandes variaciones. Eso nos dijeron también en el hotel. Cuando dicen eso, quieren decir no llega a separarse la isla de tierra. Pero sí sube el nivel del agua mucho… y eso vale la pena verlo.
En esa foto se ve la marea baja. Hay gente, incluso, caminando por la arena. Para hacerlo, hay que ir con un grupo o un guía que conozca bien los horarios, las zonas y controle los tiempos. Si estás lejos, puede ser peligroso cuando el agua empiece a subir.
Una vez en la isla, hay que visitar la Abadía. Es interesante porque te cuentan todos los pasos que se fueron dando, a lo largo de los siglos, añadiendo cosas, creciendo, luchando…
La Abadía fue un enclave defensivo muy importante en todas las épocas. Además, contaba con una defensa natural, en las mareas, que siempre hacía que un par de veces al día se quedaran libres de asedios.
Desde las terrazas se contemplan vistas alucinantes de todos los lados de la isla. Si puedes estar en alguna viendo el agua acercarse, es una pasada.
La Abadía tiene muchas dependencias. Desde la Iglesia, el claustro, las zonas donde vivían -y viven- los monjes, capillas, albergues…
Muchas de las zonas que se visitan se fueron añadiendo con el tiempo, con lo cual hay una buena mezcla de estilos arquitectónicos…
No sólo por una cuestión de estética, también por dónde esté situada la estancia. Es espacio es muy limitado y se ha construído muy “hacia arriba”.
En un lado de la iglesia está el claustro. Dos de sus lados dan al vacío.
En el resto de las estancias se alternan las columnas finas, altas, ligeras…
Con grandes pilares, casi sin espacio…
Si no estás atento a la hora, cuando sales, te puedes encontrar un paisaje totalmente distinto…
Porque lo que antes era arena y kilómetros de tierra… ahora está lleno de agua.
Aquí una comparativa antes-después:
Está muy bien dar una vuelta por la arena… aunque no es arena propiamente dicha… es como un barro seco.
Desde allí tienes unas vistas distintas de la isla… Aunque esos días no iba a formarse la isla completamente.
Y ya que estás allí, hay que volver por la noche. Los autobuses lanzadera funcionan hasta muy tarde… y si no, siempre puedes caminar.
Muy interesante y muy bonita la visita al Mont Saint Michel…