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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán XII

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán XII

Cuando faltan sólo una semana para la publicación del último libro de la trilogía del Baztán escrita por Dolores Redondo. Hoy toca recordar otro momento en el que el puente y el río tienen su protagonismo casi mágico.

Volvió atrás por la calle Santiago y bajó hacia la plaza Javier Ziga, penetró en el puente y se detuvo en el centro. Apoyándose en el murete donde está grabado su nombre, Muniartea, susurró mientras pasaba sus dedos por la piedra áspera.

Muniartea, Elizondo

Escrutó la negrura del agua que traía aquel aroma mineral desde las cumbres, aquel río que se había desbordado causando pérdidas y horrores que figuraban en los anales de la historia de Elizondo;

Placa conmemorativa de las inundaciones de Elizondo

en la calle Jaime Urrutia aún podía verse una placa conmemorativa en la casa de la Serora, la mujer que se ocupaba de la iglesia y de la rectoría, que indicaba el lugar hasta el que llegaron las aguas desbordadas el 2 de junio de 1913.

Nivel de las aguas en 1913, Elizondo

Ese mismo río era ahora testigo de un nuevo horror, un horror que nada tenía que ver con las fuerzas de la naturaleza, sino con la más absoluta depravación humana, que tornaba a los hombres en bestias, depredadores que se confundían entre los justos para acercarse, para cometer el acto más execrable, dando rienda suelta a la codicia, la ira, la soberbia y el apetito insaciable de la gula más inmunda. Un lobo que no iba a detenerse y que continuaría sembrando de cadáveres las márgenes del río Baztán, aquel cauce fresco y luminoso de agua cantarina que mojaba las orillas del lugar al que regresaba cuando no soñaba con muertos, y que ahora aquel cabrón había mancillado con sus ofrendas al mal.

Muniartea, Elizondo

Un escalofrío recorrió su espalda, soltó las manos de la piedra fría y se las metió en los bolsillos estremeciéndose. Le dedicó una última mirada al río y emprendió el regreso a casa mientras comenzaba a llover de nuevo.

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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán XI

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán XI

El próximo día 25 se publicará Ofrenda a la Tormenta, el último libro de la trilogía del Baztán escrita por Dolores Redondo. Hoy voy a seguir con otro pequeño fragmento extraído de Legado en los Huesos y con mis fotos del viaje a Elizondo.

Caminó por la calle Santiago junto a los portales intentando guarecerse del viento, que se hizo más fuerte al bajar por Javier Ciga, junto a la casa señorial que daba nombre al puente.

Plaza Ciga, Elizondo

El río rugía en la presa de un modo que le resultó ensordecedor y le hizo preguntarse cómo podían dormir los vecinos cuyas ventanas daban sobre el pequeño salto de agua.

Salto de agua, Elizondo

Las luces del Trinquete estaban apagadas. La calle estaba desierta como en un pueblo fantasma.

Hotal Trinkete, Elizondo

Poco a poco, llevada por la corriente de aquel otro río que fluía en su interior, fue penetrando en la que fuera calle del Sol hacia Txokoto, hasta llegar de nuevo a la puerta del obrador. Sacó una mano del bolsillo de su plumífero y la apoyó sobre la cerradura helada. Inclinó la cabeza hasta tocar con la frente la áspera madera de la puerta y comenzó a llorar en silencio.

Obrador, Elizondo

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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán X

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán X

Cuando faltan menos de diez días para la publicación del último libro de la trilogía del Baztán escrita por Dolores Redondo, vamos con otro pequeño fragmento extraído de Legado en los Huesos.

Jaime Urrutia 27, Elizondo

Descendió por la calle Jaime Urrutia embelesado por la lluvia y la evocadora arquitectura de las hermosas casas. En el número 27 existe un pasaje, belena o pasadizo, entre las calles Jaime Urrutia y Santiago, que unía, junto con otros ya desaparecidos, las casas con los campos, cuadras y huertas posteriores, desaparecidos tras la construcción de la carretera actual.

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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán IX

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán IX

Otro fragmento de Legado en los huesos que pude ver en mi visita a Elizondo para ver los sitios que aparecen en la trilogía del Baztán escrita por Dolores Redondo

Puente, Elizondo

Atravesó el puente y subió a la calle Jaime Urrutia, desierta por la lluvia, y en la que sólo se veía a alguna persona bajo los gorapes, la zona porticada en la que había un par de bares, de los que escapaban, cuando abrían las puertas, calor y música. Relajó el paso mientras observaba la carita de Ibai, que pareció inicialmente sorprendido por el traqueteo de las ruedas en el empedrado y que ahora comenzaba a abandonarse, mirándola con unos ojitos que apenas podía mantener abiertos, hasta que se durmió. Amaia tocó con el envés de la mano la suave mejilla para comprobar que estuviera caliente y lo arropó. Caminaba sin prisa, a un paso al que no estaba acostumbrada, sorprendida al comprobar cuán agradable era moverse así, escuchando el ruido de los tacones de sus botas en el empedrado y dejándose acunar por el suave balanceo que sin querer adoptaba su cuerpo.

Palacio Arizkunenea, Elizondo

Cuando pasó frente a la plaza, se detuvo un minuto ante el palacio Arizkunenea

Palacio Arizkunenea, Elizondo

observando los restos de antiguas lápidas funerarias discoidales expuestas en el patio y que, caladas por la lluvia reciente, parecían más reales, como si mojadas obtuvieran su verdadera dimensión.

Lápidas, Palacio Arizkunenea, Elizondo

Continuó hasta el ayuntamiento y, después de mirar a ambos lados para comprobar que nadie la veía, pasó una mano por la botil harri, la piedra que simbolizaba el pasado de Elizondo y que dotaba de fuerza al que la tocaba, un gesto que incluso a ella, que despreciaba la superstición, la reconfortaba.

Botil Harri, Elizondo

Volvió hasta la plaza, pasó frente a la fuente de las lamias

Plaza Elizondo

y se asomó a ver el río Baztán desde aquel punto en que las fachadas traseras de las casas se reflejan en la superficie espejada, como otro mundo húmedo y paralelo atrapado bajo las aguas, que en aquel remanso aparecían engañosamente quietas.

Río Baztán, Elizondo

Algunos comensales rezagados que salían del restaurante Santxotena se acodaron en la barandilla para hacerse fotos. Cruzó la calle y entró en el local. La propietaria la saludó, reconociéndola. Aquél era el restaurante favorito de James y solían cenar allí a menudo.

Restaurante Santxotena, Elizondo

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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán VIII

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán VIII

Os presento una nueva entrega de mi visita a Elizondo para ver los sitios que aparecen en la trilogía del Baztán escrita por Dolores Redondo

En Legado en los huesos aparece el siguiente fragmento:

-Algunos están deshabitados, y sí que es una pena, tienen gran valor histórico; esta casa, por ejemplo -dijo Jonan, señalando un vetusto edificio-. Se llama Hospitalenea; durante siglos fue hospital de peregrinos, especialmente los del camino de Santiago, que llegaban aquí hechos polvo: pasar los Pirineos era una dura prueba que muchos no superaban.

Hospitalenea, Elizondo

Montes alzó la mirada para verlo mejor. Las contraventanas cerradas habían adquirido el color cercano al gris que toma la madera muy vieja; el balcón corrido de la última planta parecía colgar de la fachada sostenido por tres postes, y sobre el del primer piso había una inscripción que resultaba ilegible por la lluvia.

-¿Qué pone?
-El año en que fue comprado y restaurado, 1811, creo.

Balcón Hopitalenea, Elizondo

NO SIGAS LEYENDO SI NO HAS TERMINADO TODAVÍA LEGADO EN LOS HUESOS – CONTIENE SPOILERS.

Siguieron caminando y Montes se detuvo de pronto, cediéndole el paraguas a Jonan.

-Espérame aquí- dijo, volviendo sobre sus pasos.

El subinspector quedó parado en mitad de la calle, sosteniendo el paraguas mientras veía a Montes apresurarse hasta desaparecer de su vista hacia la curva del río tras el palacio Arizkunenea.

Montes regresó al lugar donde se había asomado a ver el río. La lluvia cayendo sobre su superficie le había hecho perder su cualidad de espejo y las luces se reflejaban en el agua como manchas móviles. Puso ambas manos sobre la barandilla y mentalmente contó las fachadas que daban al río. Volvió a contar y observó. La lluvia caía torrencialmente, su ropa y su pelo estaban totalmente empapados y el agua le chorreaba por los ojos dificultándole la visión. Se puso una mano como visera, volvió a contar y esperó hasta que lo vio.

Curva del río, Elizondo

El resplandor oscilaba como suele hacerlo cuando la luz proviene de una vela, una sombra informe se proyectó contra la ventana sin portillos que daba al río y la luz se apagó. Sintió entonces cómo el agua anegaba sus zapatos y al mirar comprobó que el río había superado el muro y el agua avanzaba como una pequeña ola hacia la calle. Echó a correr hasta doblar la esquina del palacio Arizjunenea y avanzó a toda prisa hacia Jonan, mientras contaba de nuevo las fachadas y sacaba su pistola.

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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán VII

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán VII

Un nuevo post sobre la visita que hice a Elizondo para ver los sitios que aparecen en la trilogía del Baztán escrita por Dolores Redondo.

-¿La violó?
-Diría que no, aunque no puedo estar seguro hasta que la examine más a fondo. La puesta en escena tiene un marcado aspecto sexual… Rasgar la ropa, dejar el pecho al aire, rasurar el pubis… Y lo del pastelillo… Parece una mantecada o…
-Es un txantxigorri- intervino Amaia -es un pastel típico de esta zona, aunque éste es más pequeño que los que suelo ver. Pero es un txantxigorri, sin duda. Manteca, harina, huevos, azúcar, levadura y chicharrones fritos para hacer una torta, una receta ancestral. Jonan, que lo metan en una bolsa y, por favor -dijo Amaia dirigiéndose a todos-, lo del pastel que no salga de aquí, de momento esta información es reservada.

Todos asintieron.

Txantxigorris en Malkorra

El lugar para tomar txanxigorris o el chocolate típico de Elizondo es, sin duda, la confitería Malkorra. La encontrareis en la calle Santiago, muy cerca de la plaza.

Confitería Malkorra

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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán VI

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán VI

Un nuevo rincón del viaje de hace unas semanas a Elizondo, para seguir los pasos de la inspectora Amaia Salazar, de la trilogía del Baztán escrita por Dolores Redondo.

El lugar de la aparición de uno de los cuerpos, en “El guardián invisible”.

Margen del río

-¿Dónde está la chica?
-Junto al río. Hay que bajar por la ladera- dijo Jonan, señalando el barranco y componiendo un gesto de disculpa, como si de alguna manera él fuera el responsable de que el cuerpo se encontrara allí.

Mientras descendía por la pendiente, arañada a la roca por el río milenario, vio a lo lejos los focos y las cintas que delimitaban el perímetro de acción de los agentes. A un lado, la jueza Estébanez hablaba en voz baja con el secretario judicial mientras dirigía miradas de soslayo hacia el lugar donde estaba el cuerpo. A su alrededor, dos fotógrafos de la policía científica hacían llover sus flashes desde todos los ángulos. Junto al cadáver se arrodillaba uno de los técnicos del Instituto Navarro de Medicina Legal, que parecía estar tomando la temperatura del hígado.

Se acercó despacio, observando el lugar que alguien había elegido para la muerte. Junto al río se había formado una playa de piedras grises y redondeadas, seguramente arrastradas por las crecidas de la anterior primavera, una lengua seca de unos nueve metros de ancho que se extendía hasta donde ella podía ver, a la escasa luz del incipiente amanecer. La otra margen del río, de apenas cuatro metros de anchura, se internaba en un bosque profundo que se tornaba más denso a medida que se penetraba en él.

Río en Elizondo

Hay muchísimos lugares en los alrededores de Elizondo que podrían encajar en la descripción del lugar donde aparece el primer cadáver. Éste es uno. No es que tenga mucha pendiente, pero de noche, con barro… no es el lugar ideal para bajar con unos mocasines italianos de marca.

Según nos contó Juan Mari Ondikol, nuestro guía en la visita guiada, este paraje es uno de los favoritos de Dolores.

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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán V

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán V

Sigo con mis entregas sobre la visita a Elizondo para ver los sitios que aparecen en la trilogía del Baztán escrita por Dolores Redondo.

Hoy: el cementerio.

En “El guardián invisible” encontramos lo siguiente:

Entrada cementerio de Elizondo

Del mismo modo que sobre las puertas de una ciudad se coloca un escudo con sus armas y sus valías, en la puerta del cementerio presidía una calavera que vigilaba desde sus cuencas vacías a los visitantes, avisándoles de que entraban en los dominios de aquel particular gobernador de la ciudad de los muertos.

Cementerio de Elizondo

Había un solo ciprés justo a la derecha de la entrada, un poco más allá un sauce llorón y al otro extremo un haya.

Cementerio de Elizondo

Un crucero se alzaba majestuoso justo en el centro del camposanto, a sus pies se extendían cuatro caminos enlosados que dividían el cementerio en cuatro cuartos perfectos en los que se distribuían las sepulturas.

Crucero del cementerio de Elizondo

La tumba de la familia Arbizu se encontraba justo donde comenzaba uno de los ramales; sobre el panteón reposaba un ángel que, indolente y con gesto aburrido, ajeno al dolor de los humanos, parecía observar a los enterradores que habían apartado la losa haciéndola rodar sobre unas barras de acero. Amaia se situó junto a Jonan, que parecía absorto en la base del crucero.

Ángel del cementerio de Elizondo

Este es el pasaje que aparece en el primer libro sobre el cementerio, pero además, hay otra curiosidad. La tumba donde está el ángel que inspiró a Dolores, no está en el panteón de la familia Arbizu, ya que ésta forma parte de la ficción, sino que en realidad, está en la tumba de la familia Iturzaeta, de Elizondo.

Familia Iturzaeta en Elizondo

Pues bien, Dolores usó el apellido Iturzaeta, el de la tumba, como apellido de la madre de Amaia. Así las tres hermanas se apellidan Salazar Iturzaeta.

Un bonito homenaje a la familia que puso el ángel, que tanto llamó la atención de Dolores, en el cementerio de Elizondo.

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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán IV

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán IV

Aunque cuando yo fui a Elizondo a hacer la visita guiada de la trilogía del Baztán hacía un tiempo espléndido, en las novelas se describe la dureza del invierno, los paisajes nebulosos, con lluvia… e incluso inundaciones.

De hecho, en julio de este mismo año volvió a haber una inundación, como nos enseñó Juan Mari Ondikol.

Inundaciones en Elizondo

Pues bien, en las novelas, hay varias referencias a las riadas e inundaciones que ha sufrido Elizondo. Voy a aprovechar para hablar de la que derribó la iglesia.

Dice en “El guardián invisible”:

Amaia volvió al presente. Puede que la idea de evitar inundaciones hubiera llevado a los pobladores de Elizondo a diseñar el nuevo cementerio así. El cementerio original se encontraba, como era tradición, rodeando la iglesia, que entonces estaba junto al ayuntamiento, en la plaza del pueblo, hasta que fue trasladada piedra a piedra y reconstruida en el lugar que ocupa actualmente.

Antigua iglesia

Lo mismo se hizo con el cementerio, que se trasladó al camino de los Alduides, a la altura de Anzanborda. En los anales sólo se recogía una mención que justificaba el cambio de ubicación del camposanto por “razones de salubridad”, pero es fácil suponer que si una gran riada derribó la iglesia, arrastrando las piedras de una de sus torres tan lejos que fueron irrecuperables, también levantaría las tumbas que la rodeaban.

Altura del agua

Altura de la riada

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Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán III

Siguiendo los pasos de Amaia Salazar en la Trilogía del Baztán III

Una nueva entrega de mi visita a Elizondo para ver los sitios que aparecen en la trilogía del Baztán escrita por Dolores Redondo.

Dice en El guardián invisible:

Amaia llegó a la plaza sintiendo el viento entre los pliegues de su bufanda mientras observaba la explanada demasiado iluminada, que, sin embargo, no poseía hoy ni la mitad del encanto que debió de tener en el siglo pasado, cuando sobre todo se usaba para jugar a pelota.

Plaza de Elizondo

Se acercó al ayuntamiento, un noble edificio de finales del siglo XVII que a Juan de Arozamena, un famoso cantero de Elizondo, le llevó dos años construir.

Ayuntamiento de Elizondo

En la fachada, el eterno escudo ajedrezado, con una inscripción que dice “Valle y Universidad del Baztán”, y, frente al edificio, en la parte inferior izquierda de la fachada, una piedra llamada botil harri que servía para el juego de la pelota, en su modalidad de guante conocido como laxoa.

Botil Harri, Elizondo

Sacó una mano del bolsillo y casi ceremonialmente tocó la piedra, sintiendo como el frío subía por su mano. Amaia trató de imaginarse la plaza a finales del siglo XVII, cuando la laxoa era el juego de pelota dominante en Euskal Herria. Se jugaba en equipos de cuatro jugadores, que se enfrentaban cara a cara al modo del tenis, aunque sin una red que separase los campos. Los pelotaris utilizaban un guante, o laxoa, para lanzarse la pelota entre sí. En el siglo XIX este juego iría cayendo en desuso a medida que fueron naciendo nuevas especialidades dentro de la pelota vasca. Aun así, recordaba haber oído contar a su padre que uno de sus abuelos había sido un gran aficionado que llegó a labrarse una reputación como guantero debido a la calidad de las piezas que él mismo cosía a mano usando cueros que también él curaba y curtía.

Botil Harri, Elizondo

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