Como hoy se ha publicado Ofrenda a la tormenta, libro que pone fin a la trilogía del Baztán, voy a poner fin, yo también a esta serie de artículos sobre los libros y mi visita a Elizondo.
Aunque ahora toca el turno de Pamplona y algunos lugares que aparecen en las novelas. En concreto, en Legado en los huesos.
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Amaia localizó al teniente Padua en cuanto entró en el bar Iruña de la plaza del Castillo, muy cerca de su propia casa. Era el único hombre sentado solo y, aunque estaba de espaldas, distinguió perfectamente las manchas de agua en su gabardina.
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-¿Llueve en Baztán, teniente?- dijo a modo de saludo.
-Como siempre, inspectora, como siempre.
Se sentó frente a él y pidió un café descafeinado y un botellín de agua. Esperó a que el camarero pusiera las bebidas sobre la mesa.
-Usted dirá qué es eso de lo que quería hablarme.
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Otros lugares que aparecen en Legado en los huesos, y que llaman mucho la atención, son los restaurantes que elige el Juez para sus reuniones.
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El restaurante Rodero estaba bastante cerca de su casa. Cuando cenaba allí con James, solían ir andando para no tener que preocuparse del coche si tomaban vino, pero en esta ocasión condujo el coche hasta las cercanías para poder salir hacia Elizondo en cuanto acabase de hablar con el juez. Aparcó en batería frente al parque de la Taconera y cruzó la calle para meterse bajo los porches donde estaba el restaurante. Las grandes cristaleras iluminadas y la decoración sobria del exterior eran promesa de la excelente cocina que le había valido al Rodero una estrella de la guía Michelín. El suelo de madera oscura, como las sillas de cerezo de cómodo respaldo, contrastaban con los paneles de color beige que iban hasta el techo, y una impoluta mantelería blanca, como la vajilla, ponía junto a los espejos la nota de luz, acentuada por los adornos florales que flotaban en cuencos de cristal dispuestos sobre las mesas.
Lástima que sobre el interior no puedo opinar… así como tampoco sobre su comida.
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Otro de los lugares que es del gusto del juez, es el restaurante del Hotel Europa.
Al bar del Europa se accedía por la fachada adyacente al restaurante, junto a la puerta del hotel del mismo nombre, y a pesar de que durante la tarde habían caído unos copos que ya habían desaparecido, algunos clientes del bar charlaban junto a la entrada, apoyando sus copas de vino en un par de altas mesas que custodiaban la entrada del local.
Vio a Markina en cuanto traspasó la puerta. Se sentaba solo al final de la barra y habría sido difícil no fijarse en él. El traje gris con camisa blanca y sin corbata le daba el tono serio que desmentía el corte de pelo, que le caía sobre la frente en mechones castaños. Se sentaba en la banqueta tan relajado y elegante como salido de una revista de moda.
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Más adelante, también en Legado en los huesos, aparece la siguiente descripción.
El restaurante del hotel Europa era uno de los mejores de Pamplona, y conociendo los gustos de Markina no le sorprendió que lo eligiera. Su cocina era más purista, más tradicional, uno de esos restaurantes que había sabido modernizar sus platos con la presentación que tanto se valoraba actualmente sin dejar de poner una buena tajada de carne o de pescado en el plato.
Notó como todas las miradas se volvían hacia ella cuando entró en el comedor. Un policía de uniforme en un restaurante elegante desentonaba como una cucaracha en un pastel de boda.
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Sobre este restaurante tampoco puedo opinar… ¡Quizá algún otro año! 😉
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